.. Pero un día el que estaba callado, en la sombra, con los deshechos humanos, se dio cuenta de que tenía mucho que decir y no podía dejar que los trenes que paraban cada dos por tres en la estación, algunos con interesantes destinos, siguieran pasando por delante de él, arrepintiéndose después de no montar en ellos por no dejar a aquel perrito solo atado a la pata de un banco. Pero un día se cansó, y abandonó al perro a su suerte, confiando en el fondo en que alguien se encargaría de cuidar de él, y se subió a uno de los trenes, en el que ya durante el trayecto su vida empezaba a cambiar; y muchas veces se arrepentía de no haber cogido el tren mucho tiempo atrás. Pero aún así, supo que pocas cosas lograrían frenarle.
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